lunes, 6 de febrero de 2017

Todo lo que se puede contar en una noche

El toco en el timbre de casa y ella le miro con ojos de afecto. 

- ¡Que alegria volver a verte!. – exclamo. 

- ¿Cuántas ganas tenias de volver a verme?. – dijo el sonriendo. – Apuesto a que no las mismas que yo a ti. 

- Bueno, aproximadas, entonces. 

- ¿Llevas mucho en casa?.

- ¿Esperandote?. ¡Toda la semana!. 

El se sento en el comodo sillon de tres plazas tapizado de rojo y ella fue mientras tanto a la cocina, volvio a entrar con una botella de Safir y vasos y hablaron del viaje en coche de el, del estado de las carreteras, y de la lluvia, de la que el parte meteorologico del dia habia hablado en terminos de inviabilidad.

El lunes el regresaba al trabajo. Penso como volveria a casa, como se incoporaria al servicio con tiempo…

Siempre ponian los mismos servicios espartanos: una tarde, una mañana, y una noche, con un descanso continuado de ocho horas entre servicio y servicio, despues de un fin de semana, cuando tocaba, para recordarles el nivel de exigencia de esa “empresa”, que solo permitia un descanso a los jefes. 

Ella portaba una batita transparente de seda negra, anudada a la cintura con un cordoncito, medias de rejilla hasta el muslo y zapatos de tacon de aguja de doce centimetros. Estos podian perforar ademas de la carne, el alma. Cuando se sento a su lado se mostro inmesamente feliz. 

En el cristal de la librería colocada frente al tresillo que ocupaban algo se reflejaba tenuemente; sus rostros, tal vez. El miro este reflejo complacido, contento por tenerla a su lado, con sus manos diligentes preparando un gin tonic con un poco de limon exprimido en una copa con dos cubitos de hielo. 

- Tendrias que venir mas a menudo. – dijo ella. – Me gustaria que no fuera solo los fines de semana.

- Vengo siempre que puedo. – dijo el.

- Ya, pero no es suficiente. – respondio. – Me paso todo el dia acordandome de ti y me fasitida que no estes aquí. Tendrias que hacer algo. No se…

- Algo… ¿Cómo que, Marie?. 

- Bueno, no se si me quieres lo bastante. – dijo. – Me lo dices y te preocupas por mi pero yo quiero que estemos juntos. ¿Me quieres?.

- Realmente, sabes que es asi. No puedo querer a nadie mas – dijo. – Estoy contigo y vivimos en occidente. 

- ¿Qué tiene eso que ver?. 

- Nada. – dijo. – Solo que un tio puede acostarse con muchas mujeres pero solo quiere a una. Esa una eres tu, en mi caso. 

- ¿Te acuestas con mas chicas?.

- No, solo contigo. 

Estuvieron viendo una pelicula de Kevin Space, uno de los actores favoritos de el, en la que interpretaba a un profesor de filosofia universitario; un activista contra la pena de muerte empeñado en dejar en evidencia el sistema penal americano, con sus ridiculas y mal meditadas ejecuciones por gas. 

La pelicula se titulaba “La vida de David Gale”.

- Oye, Marie, ¿Por qué no me pones un poco mas de Safir?. – dijo. – Apenas lo has cargado. 

- Cielo, te quiero fuerte para luego. – dijo ella en un tono cariñoso, casi suplicante. 

- Deja eso de mi parte, y no te preocupes. 

Ella solo pensaba que quiza si el bebiera un poco menos…No es que le disgustara que lo hiciera, que bebiera una copa detrás de otra, pero le fastidaba que el manifestara despues disgusto respecto de la bebida, o que le sentaba mal.

Como de costumbre, lo habia dejado solo, con una copa en la mano, aunque al volver el habia apurado parte del contenido de la misma, sosteniendola entre sus manos delicadamente mientras hacia rotar los hielos, que entrechocaban contra las paredes de cristal de la copa. 

Realmente, necesitaba todo aquello para estar con ella. 

Ella estaba un poco cansada por culpa del trabajo, de sus responsabilidades como directora de la Mutua. Por la tarde, cuando volvia a casa de regreso, solo necesitaba un impasse de unos minutos. 

Al momento de separarse, ella no habia tenido mas relaciones durante un tiempo, en el cual se habia recluido en casa, renegada, abatida, indiferente al mundo, cuyo pulso exterior, frenetico y ajeno, le parecia ir en otra direccion al que ella pretendia para si.

Recientemente, el habia cambiado de destino en su unidad. ¡Que diferentes habrian sido las cosas si hubiera podido quedarse cerca de ella, tal vez en su localidad, en su casa!. Se tuvo que trasladar a cuarenta kilometros de su ciudad, distancia todavia infranqueable para permitir una mayor frecuencia en sus visitas. 

No le costaba hacerlo los fines de semana pero…

Pero estaba lejos. 

Seguia estando lejos.

Una ereccion, de pronto, le asalto. 

Ella lo sabia todo sobre el… Sabia la clase de cosas que le excitaban con solo mirarle a los ojos, en los cuales se reflejaba el deseo de estar juntos, su excitación apenas contenida, su mas absoluta entrega para signficar su pertenencia a el. 

- Dime, Marie… - dijo el. – Tenemos todo el fin de semana por delante.

El significado de esas palabras venia a decir que no pararian de follar-amarse, en definitiva, de cubrir la inquietud afectiva a traves del contacto fisico. 

La gente al otro lado del edificio en que estaban no sabia que detrás de las persianas bajadas del salon habia dos personas enamoradas, mirandose, reconociendose al otro lado, en forma de siluetas abrazadas con la luz artificial de la lampara de fondo. 

El le acaricio levemente el menton. 

Le dio un beso suave, tierno, pero breve, apenas un esbozo de beso.

Dejo deslizar la punta de la lengua sobre su labio superior y ella se dejo hacer. Se separo de el en el momento preciso en el cual iba a hablar.

- ¿Qué quieres que te diga, amor, si solo pienso en hacerlo contigo a todas horas y en todas partes?

- ¿Te masturbas muy a menudo cielo con esta idea?.

- Si, cariño, todos los dias, pensando en ti.

- ¿Has estado con otros chicos?.

- Si, con dos desde la ultima vez que nos vimos. – dijo ella. – Quede muy satisfecha y estoy contenta y feliz.

- Buena chica.

Y volvio a besarla. 

Pero la historia con esos chicos, lo cierto, la verdad, es que no la habia satisfecho en gran medida.

Naturalmente, ella le amaba y podia calmar su ingente apetito sexual con otros hombres, pero no su necesidad afectiva de el, ya que el no estaba con ella entre semana, y el resto de chicos con quienes mantenia relaciones esporadicas de apenas una tarde dejaban en ella un poso de tristeza hasta que volvian a verse. 

Hacia un mes, incluso mas de un mes, que el estaba dandole vueltas a la idea de que ella se acostara con otros; la idea no le entusiasmaba, pero comprendia que si prentendia cuidar de ella y procurar su felicidad tenia que permitir que lo hiciera, pues el, a causa de la distancia, no podia darle todo.

Uno de esos chicos era del hospital, tenia un cargo importante, como ella; sin embargo, su prepotencia a la hora de tratarla, y sus deseos de aparentar que estaba por encima del resto chocaban con su necesidad de sentirse amada. 

La justa prepotencia de el le daba un aire de conquistador; el era un acrata, un tipo duro, o al menos asi le parecia a ella, aunque a modo de carcasa, en cuyo interior residia la esencia de su felicidad. 

- Cariño, quiero que me folles brutalmente. – dijo ella. – Si no lo haces no se que va a ser de mi. 

Ella deslizo sus piernas un poco a traves del asiento del tresillo. 

El le acaricio la cara interna de sus muslos, caliente, presa de la excitación, lo cual le gusto. 

Si seguia ocupado con sus cosas; su trabajo, su familia, sus pequeñas anecdotas cotidianas, que se sucedian sin tregua dias tras dia, no era por falta de afecto hacia ella, ni siquiera por que a el le gustara su vida, sino por imposicion de circunstancias contrariadas; sencillamente no podia hacer otra cosa. 

Jugo con sus labios; los beso y ella dejo escapar un aliento de deseo que el contuvo con sus dedos sobre sus labios. Despues, sus rostros tan apenas distantes unos centimetros el uno del otro, y su otra mano buscando la calida carne de sus muslos hasta llegar a su humeda rajita. 

Decidieron que lo harian alli mismo. 

Decidieron que se amarian en el tresillo. 

De paisano, es decir, cuando el abandonaba su servicio para convertirse en uno mas, el ya no era mas que un niño travieso que gozaba con su compañía y se abandonaba a ella como si fuera la primera vez en su vida que estaba con una mujer, ya que en eso consiste el deseo. El deseo le hacia temblar.

Por la noche, el se habia acostumbrado a pensar en ella y a no dormirse hasta haberse masturbado una o dos veces con el pensamiento puesto en las cosas que ambos eran capaces de hacer, ya que ella le relataba todas sus fantasias y lo anestesiaba. 

Un segundo. El se levanto un segundo. Pero el contacto fisiculo continuo en forma de caricias; su rostro lo miraba suplicante, envenenado, complacido a traves de los cristales de sus gafas por el deseo de tener a su chico a su lado. 

No tenian prisa. ¿No podian hacerlo cuantas veces quisieran?. El fin de semana era largo, sin tregua para el descanso. 

- Te ayudare a desabrocharte. – dijo ella. 

No fue dificil desnudarse frente a ella. 

Al soltar la hebilla del cinturon con un pequeño tironcito y el boton del pantalon, este cayo facilmente al los tobillos plegandose como un acordeon y ella, sentada alli, acaricio su pene erecto detrás de la tela del boxer, aunque decidio no retirarselo de momento. 

El habia llegado a contar las horas que la separaban del momento en que disfrutarian de ese instante. 

Entonces, cuando saco su pene del boxer, ella lo masturbo con sacudidas suaves, y tiernas, blandas… Teniendo aquella carne palpitante y erecta entre sus manos, ella se sintio feliz, como una chiquilla, mientras el se soltaba los botones de su camisa, retirandosela con la torpeza propia de quien hace varias cosas a la vez. 

Ella se complacio en acariciar su vientre, su pecho. Se levanto y se enrosco a sus hombros pegandose fuertemente a el, de tal menra que el pene de el, enhiesto, quedo aprisionado contra su vientre. 

Su hija no habia llegado a casa todavia. ¿Hablaban?. A menudo. Ella estaba encantada con la recien estrenada felicidad de su madre con aquel chico que, sin excepciones, hacia cuanto podia para estar con ella. 

Fuertemente, apasionadamente, se besaron. 

Cuando ella quedo a horcajadas, el la tendio sobre el tresillo y entro en su rajita. Empezo a sacudirse dulcemente alzando un poco la cabeza, apoyando ambas manos sobre el respaldo del tresillo, ya que no queria aplastarla, y ella levanto las piernas un poco mas poniendo sus talones sobre su culo, reteniendo el poder de su embestida masculina. 

De esta forma, dificulto su movimiento, traviesa…

- Follame, Manu. – dijo ella. – Follame asi.

- Oh, si, Marie… Que suave deslizo, me gusta. – dijo el. – Mirame. Mirame. 

Sus ojos volvieron a posarse en el. La acometida de la pentracion fue increscendo poco a poco, gradualmente, al compas de su excitación, de la humedad de su rajita, ya que era ella quien ahora lo sentia y no tenia excusas para no abandonarse a sus brazos, para dejar que el la llevara a su sitio entronizado. 

Despues de levantarse, ella se desnudo, se subio a el, envolviendole en un agradable olor que mezclaba un rastro de tabaco, perfume caro, sexo humedo….

Y al rodearla con sus manos sobre su cintura, ella empezo a cabalgar segura sobre si y sintio su carne, tan caliente tan ardiente, bajo ella. 

Su pequeña adorable rajita hizo el resto estimulando su pene. Era como volver de nuevo a la felicidad. Ella echo atrás la cabeza. La vista de el enfoco sus hermosos pechos de pezones aureolados, duros por la excitación. 

Lo que tanto les habia costdo preparar ocurrio muy rapido, en poco tiempo, ya que ella se puso a tono, a horcajadas sobre el, y de pronto, se vio enmarcada en un cuadro del cual era su absoluta protagonista, su leiv motiv principal con un paisaje hermoso, lleno de jardines bajo un sol ardiente de fondo. 

Pellizco sus pezones y luego los lamio. Ella hinco sus uñas en los hombros de el. Se contrajo. Noto que se corria. El asio fuertemente con sus manos la carne de su culo, tan suya, tan obsesivamente poseida y frenetica, que ella se detuvo un momento lanzando un grito estremecedor. 

- Cariño, no puedes dejarme tan sola. – dijo. – Te necesito. Estoy tan enamorada de ti….

- Uhmmmm, si, pequeña. 

- Correte para mi, cielin. – dijo ella. – Vamos a follar como locos todo el fin de semana. 

- Si, mi niña. – dijo el. 

El estaba ansioso y asi continuaba mientras ella empujaba con fuerza y sus muslos entrechocaban haciendo aquel ruidito caracteristico; chac, chac, chac…

- ¿Te vas a correr para mi?. – dijo ella frenetica, enloquecida. - ¿Lo vas a hacer?.

- Si… ¿Quieres mi leche calentita?. 

- Si. – dijo ella. 

- Cariño, deja que me corra dentro de ti. 

- Mmmmmm. Si… Si…

- Un poquito mas. 

Al compas de sus furiosas embestidas empezo a sentir que algo se precipitaba, una descarga, ya que sus musculos empezaron a tensarse, y sintio que su pene ardia inconmensurablemente al roce contra las paredes de su vagina. Ella poso sus manos sobre su vientre. 

Lo miro al rostro y el miro sus pechos y ella puso luego sus manos alrededor de su rostro y deslizo su dedo pulgar hacia la boca de el buscando el interior de sus labios, sus encias, mientras el lo lamia. 

Echo la cabeza atrás y se corrio. Eyaculo fuertemente dentro de su rajita y todo acabo. Los dos se quedaron fuertemente abrazados. 

- Cuanto me haces gozar… Manu, de verdad. – dijo ella. – Que especial eres para mi. 

- Pienso serlo todo el fin de semana. – dijo el. – Follaremos, probaremos cosas nuevas. Quiero que te vuelvas loca. 

- Quieres que esto me obsesione.

- Si. 

- Pero no volveras a marcharte. 

- Estaremos juntos todo el tiempo que podamos. – dijo el. 

Y se levanto, todavia expulsando un poquito de su leche a traves del pequeño orificio de su pene. 

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